El blog de im4mur4

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26 abril 2006

De pepés y pesoés *


No acostumbro a hablar de política pero hoy romperé mi mutismo. Ayer veía el telediario entre bocado y bocado, acodado en la mesa de la cocina, con la mirada atolondrada clavada en la la pantalla. “Convención del pepé” informaba una voz en off de mujer, y en las imágenes aparecía un secretario general parloteando, sonriendo, agradeciendo los aplausos de unos jóvenes con banderitas multicolores que le servían de atrezzo. Me sorprendí con el ceño fruncido y con los ojos ensombrecidos por la ira. O más bien el desprecio hacia esa sonrisa de señor Burns. Se me revolvió el estómago de pensar en los abrazos de unos y otros, como quien abraza una columna de mármol. Abrazos que duran lo que el flash de la cámara que inmortalizará su desmedida amabilidad. Todo estaba forrado de colores vivos, gente repitiendo incansables palabras como jóvenes y futuro. Una y otra vez. En ningún momento las banderitas dejaron de menearse al son de los claps claps. En la parte de arriba del escenario una pantalla gigante, con imágenes que bien podrían haber sido sacadas de un trailer de película de cine. En tres segundos olvidé que se trataba de un mítin. En eso consiste el márketin.

Momentos más tarde un señor ducho en el arte de la zapatería, de cejas en ángulo agudo y sonrisa pérfida, giraba su cuerpo a un lado y a otro, mirando a su público incondicional, enfervorizado; después a las cámaras. Luego de nuevo al público. Así lo manda su riguroso protocolo: sonrisas escritas, verborrea analfabeta, talante latente.

Después, la historia de una vicepresidenta en cuyas entrañas descansa un corazón del tamaño de un balón de baloncesto. Vestía a la usanza del país que visitaba, bien mona ella, perorando sobre la igualdad y los derechos humanos, sobre el SIDA, la violencia doméstica (que no de género). Lamentaba profundamente la extrema pobreza de los kenyatas, las condiciones infrahumanas en las que debían pasar cada día. Un gesto precioso que debería enternecer nuestros corazones. En el mundo hace falta más gente como nuestra vicepresidenta. Gente que después del bla bla bla se suba a su avión y vuelva a su chalet con piscina. Eso sí, sonriendo en el aeropuerto a su llegada, orgullosa de los deberes bien hechos. Y a otra cosa mariposa.

¿Y debo confiar mi futuro a un hatajo de cantamañanas capaces de vender a su familia, con perros y todo, por un voto vil y miserable; que no dudan en utilizar a víctimas de masacres como quien usa una pancarta; preocupados únicamente por que les saquen el lado bueno en la portada de mañana; cuyas arengas se basan en denunciar lo que el vecino no hizo o hizo mal; y en mostrar las palmas de las mano y decir yo no he sido?


Antes muerto.